viernes, 24 de julio de 2009

MANOS AJENAS

Unas ajenas manos hoy rozan mi mejilla;
enjugan una lágrima que a mi se me escapó,
he regresado al tiempo cuando era una chiquilla,
que por simple castigo, cualquier día lloró.

Esas manos que ensalzo, aunque les llame ajenas,
son bálsamos de alivio ante el fiero dolor,
más mi sangre inaudita, no corre por sus venas,
y sus manos si ruedan sobre mí con calor.

Señor cuida esas manos que son tibias, piadosas,
sé que están bendecidas con perfumes de rosas,
y tienen suavemente candor de timidez.

Conduce sus designios, para que siempre buenas,
esas manos que hoy nombro, como manos ajenas,
no sufran cuando lleguen a la tierna vejez.

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